La rosa es un buen ejemplo de lo bueno un malo que tiene el amor. Tanto el amor como la rosa, tienen sus lados.
Cuando convivimos con una de esas cosas, nos damos cuenta de que, a veces, queremos estar solos, que no lo queremos en esos momentos.
Nos damos cuenta, que cuando estamos solos, no tenemos con quien pelear, a quien darle explicaciones por algo...
Es lindo enamorarnos, saber que alguien nos quiere, o algo más, pero se vuelve denso cuando estamos encima del otro, viceversa. Es bueno saber cuando darnos espacios, tiempo, saber caminar a su lado, sin que lo note.
Estar en pareja libremente, espaciosamente, hablar sin dar explicación, mirarnos y entenrdenos, dar sin esperar nada a cambio. Dar todo por el otro, respetarlo, y darle sus tiempos, sus espacios, porque eso es lo fundamental, estar y a la vez, estar sin estar.
Compartir momentos, cada vez que esten juntos, estar cuando se lo necesita, llegar a él sin que lo sepa, cuando es necesario.
Encontrarse cuando no se arregla nada, cuando menos se lo espera, disfrutar estando ese poco tiempo que se comparte.
Muchas veces, nos cegamos, y no nos damos cuenta que al verse cada tanto tiempo, disfrutarlo, y tener qué contar, es mucho mejor que verse todos los días y no tener, no saber qué contar.
Con el paso del tiempo, cuando hay tiempo entre dos personas, disfrutan más ese rato de un día, que todos los días.
No nos damos cuenta de que el tiempo puede significar, decir, hacer mucho. Es lo escencial; como el espacio...
El grito de amor lo puede hacer cualquiera, pero de diferentes formas, claro.
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