Tan sólo, desde ese día, al ver el pasar el tiempo, algo comenzó a a surgir... el tiempo comenzó a dejar una marca en esta joven. Algo que nunca creyó que le sucedería.
Comenzó por desear aquella mirada tan intensa en sí, sentirla, mirarla... Comenzó por buscar a ese amor, el cual, el primer día, tenía un pensamiendo negativo, lo que cambió. Cada día, deseaba volver a verlo, volver a cruzar alguna mínima palabra posible.
Ese amor que concluyó en su alma, que la envuelve, que la debilita inmensamente, en la eternidad del beso y el calor de un abrazo viejo... Él, quien la envolvía en su ser, y la dejaba libre como una mariposa, de algún modo u otro, la cuidaba con la mirada, y eso le gustaba creer a ella; que alguien la cuidaba con la mirada, y eran libres en el amor, y aún así, entregandose al amor.
Pero hay en ella, lo que siempre temío: el ser cobarde. Lo que la acobarda a decirle lo profundo y silencioso que era ese sentimiento. Tan sólo así, el tiempo pasaba, y ella también pasaba... Él envejecía más rápido que ella, a pesar la diferencia de edad...
La joven era una escritora y viajera apasionada, pero cobarde con coraje, que le cuesta enamorarse, pero no a que se sienta atraída, que no es lo mismo... como escritora de esta historia, no me pondré a escribir una diferencia obvia, ni que una mujer se puede sentir atraída por quién. Este ser era su inspiración, era su historia favorita, aquella que podía ver en su mirar, pero que no lograba descubrir. Y cuando lo miraba, podía ver un perdón, podía ver que amaría por cómo es.
Tan sólo necesitaba inspiración, una hermosa balada, cuando la noche es tan sola. Su mirada, sólo su mirar la salvaba de días pesados e intensos, en quien podía mirar un perdón... veía una verdad que no puede descubrir; tan sólo se perdía en su mirar, de sus recuerdos.
Había una cierta edad de diferencia, pero no le importaba. Aunque se podía notar. Había algo en este hombre que despertó en el alma de la muchacha, algo que jamás pensó.
Él fue el nuevo dueño de sus sueños como si nada. En su mirar, de los recuerdos de ella, podía notar una cierta mirada, aquella que te perdona, esa que hace notar que te quiere tal cual sos..., esa mirada que te envuelve y te apasiona. Era la mirada de él, era eso. La debilitaba, mientras le envolvía su alma y su ser. Mientras que la atrapa de una manera suave y sensual, ella se perdió por él en el camino. Él era quien tenía la mirada más hermosa para su corazón, la que más anhelaba, la que más deseaba... era la mirada de su corazón, quien la cuidaba desde lejos, libremente, como una mariposa.
Era él de quien se había enamorado tan intensamente. Ella, quien ha de enamorarse menos de lo que la atraen los hombres... como escritora, no me pondré a contarles detalles de lo que les pasa a las mujeres cuando se enamoran ni nada por el estilo...
Tan sólo con mirarlo, podía entrar en un sentimiento tan intenso y profundo como inmenso. Sentía algo, como el mar adentro, con la fuerza de las rocas y el poder de la luna, sentía lo imposible... tan sólo con mirarlo.
Sólo le faltaba el polvo que la alentara, que le diera el suficiente coraje como para que esas palabras clavadas en su corazón salieran del alma. Eso que se guardaba por temor a qué. Ni ella conocía bien eso. Temía a lo que la hacía sentir tan viva como estar en el paisaje más hermoso de su imaginación. Él era el mejor protagonista de sus historias, de sus pensamientos... él.
Tal vez, quién sabe, un día, al atardecer de una hermosa melodía, estará contandole esa historia que los tiene como protagonistas a ambos, desde el comienzo hasta el...
Final.
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