***
Cuando se despertó, aquel día, escuchó que unas voces femeninas, desde el pasillo de piso, hablaban sobre un nuevo minimercado, hacía un poco de revuelo entre las personas de allá. Sentía que esta vez, había algo raro, pero dejó pasarlo.
Tomaba su casco, cuando apenas ya había alcanzado el ascensor a tiempo. "¿A tiempo?", pensó.Cuando se dió cuenta, aparte de la vieja de al lado, había una chica. La observó por un instante, hasta que ella levantó la mirada de algo que había en el piso... Sacó la mirada de ella, y sin más, la olvido.
Cuando llegó a la puertoo de salida, y ahí se encontraban sus amigos, listos para comenzar un nuevo día.
-¿Cómo amaneciste, vagabundo?
-Bien, -respondió éste. -¿Ustedes? -Ambos se miraron y sonrieron.
-Bieno. Nunca cambia.
-Es cierto, -afirmo el primero.
-Ayer inaguraron un minimercado.
-¿Qué?
-¿No sabías? - el vagabundo estaba algo sorprendido, porque siempre lo sabía todo...
El vagabundo alcanzó a ver a la chica del ascensor.
-Chau, preciosa.
-Qué bonita. - Los amigos del vagabundo hicieron tales comentarios, que ni él mismo sabía donde meterse. Ella siguió de largo, no miró ni de ojo.
El vagabundo tuvo curiosidad por ese minimercado.
Lío, como así le decían al vagabundo, fue a este lugar, muy emocionado, por cierto, con esperanza de encontrar a esa chica; pero sus amigos sólo lo aompañaron por intriga.
-Lío, no debe tener nada interesante.
-Sólo es curiosidad, Shouki.
-¿Es ese?
-Sí.
Cuando sus motos dejaron de andar, ellos entraron. Lío comenzó por recorrer el minimercado, inmediatamente hacia al fondo.
Para cuando volvió havia donde se ubicaba las cajas, Shouki y Parki estaban comprando cerveza. Él se les acerco, y preguntó:
-¿Cerveza?
-Sí, ¿qué hay?
-Nada. Compren tranquilos, chicos. -Cuando dirigió su mirada a quien atendía, se dió cuenta de quién era: la chica del edificio.
-Vamos, príncipe azul, -los amigos de éste sólo estaban bromeando.
Lío se la encontró ya varias veces en el ascensor después de ese día.
Cada vez que se encontraba con sus amigos, no les comentada nada. Porque cada vez que se la encontraba, se enamoraba de ella, sin saberlo. Y cada vez que cruzaban miradas, sentía algo cuando ella lo miraba.
-Disculpame, -le dijo una mañana Carly. -Necesito hacer una llamada. Quedé del lado de afura de mi departamente, y no puedo abrir la puerta ahora. ¿Me prestaría por un minuto tu teléfono?
-Sí, pasa. El teléfono está ahí, -dijo señalando a una mesita de luz, al entrar. Depués de hacer la llamada, y de darle correctamente la dirección, le dió las gracias. -De nada. - Se le dibujaba una sonrisa pequeña, pero trató de ocultarla.
Ese mismo día, mientras que esperaban a que llegara el cerrajero, charlaron un montón de cosas. Él se dió cuenta de que ella vale la pena. Que es quien, para conocerla, y valorarla. Aunque pensó que sólo fueron horas de charla. Pero que hasta que llegase aquel hombre, tenían para rato.
-...viví muchas cosas. Claro, y esas cosas son las que me hacen la chica de hoy. Siempre quise irme de la ciudad, irme de donde vengo para comenzar la vida que de verdad quiero.
-Trabajas en un minimercado, ¿te acordas? -hubo risas, y para cuando ella habló, de detuvo a escuchar.
-Lo recuerdo. Y trabajo en el minimercado, porque por ahora, necesito de eso. Pero un tiempo, seré conocida por mis historias, mis cuentos... Y me verás en los diarios. -Ambos sonrieron, sabiendo que esa parte era tan sólo un chiste.
-Espero poder comprar tu libro, y que algún día me lo firmes.
-Por supuesto, -aseguró ella.
***
Después de ese día, ambos se juntaban para contarse cosas. Siempre era un rato, para así, tener qué contar al día siguiente. Y aunque él vagaba las calles nocturnas, aún así, siempre lograba estar despierto para ella.***
Ese amanecer, Lío se encontró enamorado de ella, y aún así, se marchó del pueblo, ese mismo día. Tan sólo... sin razones.***
Nunca se despidió de su amor.
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