Tu mirada

       En tu mirada busco lo que no puedo encontrar en este mundo, en mi mundo, es todo lo que pienso. Desde que me levanto, hasta que cierro los ojos para internarme en un sueño profundo, del cual, no sé nada hasta que amanece. Tu mirada es lo que espero encontrar tanto al alba como al atardecer de cada día. Soy adicta a tu voz. Una vez que la dirigís a mí, lo único que deseo es escucharla más y más. Eres lo que queda del recuerdo.
       Es difícil de ignorar e innegable, también, este sentimiento interior. Cuando te miro, tú me obtienes como una hermosa canción que ya has oído miles de veces. 
      Sin importar que hoy no te devuelva la mirada, no puedes evitarlo. Te evito con la mirada y te enojas, como cuando tú me evitas con la mirada y soy yo quien se enoja. Y, honestamente, debo confesar que muero por tener tu mirada en mí siempre, pero no será así cada vez que nos crucemos. Y lo que más me gusta de esto, es cuando me siento en aquel muro, con mi perro, y te pones a mi lado para conversar un rato. Ese momento es el más apreciable que tengo en los días de tormenta y cuando llego exhausta a la cama.
      Y sí, es cuando todo está bien. Es cuando ya nada es lo mismo, porque tú estás ahí, y mis ganas de abrazarte son más fuerte que mis ganas de mirarte.
      Al mirarte, me pongo nerviosa, tartamudeo, y es por eso que cuando me hablas, no puedo mirarte al responderte, porque sé que puedo callarme y perderme en lo que digo, tan sólo por tenerte frente a mí. Por perderme en tu mirada, ya no sé lo que digo.
      Tan sólo te pido perdón por no mirarte cuando me buscas con la mirada, es sólo de rencor. Lo siento, amor...